Siempre amé asomarme a mi ventana para ver la vida pasear con todos sus colores y matices.
Precioso es observar a cada ser en sus caminos y sus calles, en sus pasos y en todos sus sentires.
A veces también visito el balcón iluminado de mi alma para contemplar sus espacios infinitos que ayudan a sanar cicatrices.
Me gusta sentarme tranquilo y en paz... Y sólo mirar los días de sol y otros más grises.
Tareas de observador consciente en este bello transitar, donde todos somos maestros y aprendices...
Gracias Maestro por su manera de enseñar a amar la naturaleza y sentir a Dios