Cada tarde le encantaba terminar su camino en la orilla de un precioso lago de aguas muy claras.
A él llegaban mágicos susurros y mensajes de amor que siempre escuchaba, y lo llenaban de paz y profunda calma.
Percibía luminosas melodías y tiernos cantos que parecían nacer de preciosos duendes y hadas.
Se emocionaba con tanto cariño recibido en aquel precioso lugar, y allí permanecía feliz hasta que las estrellas despertaban.
Cierta noche soñó dulcemente que era su hermosa alma la que todas las tardes junto al lago le hablaba, la que amorosamente siempre le acompañaba.
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