Le gustaba esperar pacientemente cada atardecer para encontrar nuevas y bellas estrellas en el cielo al llegar la dulce noche.
Buscaba pequeñas luces y hermosos destellos y jugaba a componer con ellos poemas, canciones y bonitos acordes.
Imaginaba juegos de niños chicos entre los planetas y la luna blanca, corriendo y saltando libremente entre cariños, dulzuras y eternos amores.
Tumbado sobre la hierba recordaba miles de historias de otras vidas y galaxias, de tiempos luminosos llenos de antiguos soles.
Soñaba con años dorados, mágicos y armónicos, y anhelaba con toda su alma abrir por completo su corazón para sentir de nuevo aquí y ahora todos sus preciados dones.
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