Quizá ser sabio no consista en tener la mente repleta de conocimientos, sino de sentir la dulzura, el amor y el cariño en un corazón abierto.
Tal vez no se trate de leer mil libros o hacer cien cursos, sino más bien de saber valorar la magia de la vida para sentirse despierto.
Puede que nos rijamos por normas, leyes y razones sin fin, pero tal vez seamos más felices con lo pequeño y lo sencillo, sin necesidad de más argumentos.
Quizá tengamos la vida llena de trabajos, tareas y obligaciones, aunque es posible que dedicarse tiempo a uno mismo y jugar como niños sea el mejor regalo en muchos momentos.
Confía en la sabiduría de tu alma y el sentir luminoso de tu ser más profundo, disfrutando de cada instante, de cada experiencia y de cada encuentro.
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